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Quizás de seguro nadie se hubiera dado cuenta de lo que ocurría entre el hijo del dueño de la empresa y yo, de no ser que yo, formara un gran alboroto dentro del baño, a medida que él me enterraba su verga dentro de mi coño, y yo movía mis caderas de manera desesperada, mutuamente nos decíamos a todo pulmón, lo bien que lo estábamos pasando. Y por aquello de no quedarme atrás, yo le pedía a voz en cuello que me diera más y más duro. La cosa es que al salir los dos del baño, no tan solo el resto de los empleados de ese piso, se habían dado cuenta, o escuchado nuestros gritos. Sino que hasta el guardia de la entra, estuvo a punto de llamar a la policía porque creía que estaban matando a alguien.
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